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Los
analistas bancarios viven momentos incómodos de nuevo. Hace poco, un
estudio publicado por académicos estadounidenses y recogido por la
prensa desde The Economist a Financial Times, apuntaba que cerca de dos
tercios de los analistas de Wall Street reciben favores de ejecutivos
corporativos, los cuales se aseguran mejores clasificaciones de sus
compañías.
El
estudio de James Westphal, de la Universidad de Michigan, y de su
colega Michael Clement, de la Universidad de Texas, no es el primero
dedicado a los conflictos de interés, asimetrías de información y otras
fallas que plagan los mercados financieros, sean de renta fija o de
renta variable. El estudio está, como otros, basado en datos empíricos
amplios, en este caso, un sondeo a 1.800 a analistas de capital y
cientos de ejecutivos entre 2001 y 2003. Revela que un 63% de los
analistas recibe favores de los máximos ejecutivos, ejecutivos jefes
financieros y otros directores corporativos. El promedio es de tres
favores por persona en periodos de entre un mes y un año. Lo novedoso
es que este estudio se publica después que Wall Street tomara medidas
hace unos años para limitar los conflictos de interés dentro de los
bancos de inversiones entre analistas y banqueros creando las famosas
murallas chinas.
Este
tipo de investigación es frecuente para los mercados desarrollados, en
particular, los estadounidenses. Curiosamente es más inusual para los
mercados emergentes donde uno podría esperar que también hubiera estos
conflictos. En un estudio de la Harvard Business School de 2000 se
mostraba que en promedio había 13 analistas cubriendo una misma empresa
y hasta 30 en países como EE.UU., Alemania, México y Brasil, con 18 y
16, respectivamente, son los países de América Latina que más densidad
de analistas de renta variable tienen. En los demás mercados emergentes
esta cobertura era mucho más inferior. En Colombia, eran apenas 3
analistas por empresa, en Perú 8, en Chile 5, y en Venezuela sólo 2. Es
más: la mayoría de los países de la región no tienen analistas para
cubrir empresas. La dispersión de errores era mucho más amplia en los
mercados emergentes: entre 40% y 60% en promedio en países como China,
México o Argentina, muy superior al promedio total (19%) y de EE.UU.
(2%).
En
un estudio más reciente, hecho en el Centro de Desarrollo de la OCDE,
hemos mostrado que la cobertura de los países emergentes por parte de
los analistas de renta fija de los bancos de inversión es relativa.
Así, los principales bancos de Wall Street y de la City cubren apenas
35 países emergentes. Más de 120 países en desarrollo simplemente no
existen para los analistas financieros.
Sólo
10 de ellos tienen una cobertura sistemática por parte de todos los
bancos de inversión, entre ellos, economías como Argentina, Brasil,
México, Colombia, Perú y Venezuela. América Latina es el continente
mejor cubierto (herencia de la intensa actividad de estos países en los
mercados de deuda). África, en tanto, es el continente con menos
cobertura, con seis países que aparecen en los informes de vez en
cuando. Zonas enteras del planeta como Asia Central o América Central
simplemente no existen.
Pero
los retos tampoco se desvanecen. A partir de una muestra de cerca de
3.500 recomendaciones de los analistas de renta fija emergentes
latinoamericanos de los 10 principales bancos de inversión de renta
fija emergente, entre 1996 y 2006, hemos mostrado una intensa relación
entre las recomendaciones y sus negocios en estas naciones (Sebastián
Nieto y Javier Santiso, The usual suspects: a primer on investment
banks recommendations and emerging markets). Dicho de otra manera, el
90% de los bancos recomienda comprar o mantener los bonos cuando vienen
de países con los que tienen una densa relación comercial, en
particular, cuando estos mismos bancos que obtienen los mandatos para
emitir la deuda y colocarla en los mercados internacionales.
Las
murallas chinas siguen de pie. Sin embargo, como muestran estas
investigaciones, sus fortalezas dejan que desear y, desde este punto de
vista, los mercados emergentes no se desmarcan de los países
desarrollados.
Eso
sí, estamos lejos de esos tiempos en que cualquier inversionista
especulador se podía inventar un país entero, perdido en el corazón de
las Américas, un El Dorado financiero como el que imaginó el escocés
MacGregor. Este “descubridor” de la imaginada república de Poyais
provocaría, a principios del siglo XIX, la primera crisis emergente
moderna en la City londinense al ser descubierta su estafa. Los bonos
se desplomarían, arrasando los mercados.
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